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Historia

La historia del Archivo Municipal de Miraflores de la Sierra está ligada, como no puede ser de otra manera, a la historia del propio municipio, de la que a continuación se ofrece un breve esbozo[1].

Sabemos por crónicas musulmanas que en estas sierras del Sistema Central se establecieron ya desde comienzos de la conquista musulmana tribus bereberes de las montañas del Rif y Yebala. Tenemos noticias de tribus como la de los Banu l´Hidyara asentada en las laderas meridionales del Sistema Central, en la actual provincia de Guadalajara, tal y como atestigua la toponimia árabe posterior. Eran tribus que soportaron las condiciones de extrema dureza impuestas por la élite árabe, produciéndose ya en el 741 la primera de las muchas revueltas protagonizadas por estas gentes. Las montañas de Guadarrama y Gredos permanecerán así inmersas en continuas luchas sangrientas lo que provocó su despoblación durante largos periodos de tiempo.

Durante tres siglos las cumbres del Sistema Central constituyeron la llamada Frontera Próxima o Media, donde las ciudades de Talavera, Toledo y Guadalajara, y más en primera línea las fortalezas de Madrid y Salamanca, fueron puntos clave en la defensa del territorio contra las incursiones cristianas. Vivían todas ellas en estado permanente de alerta ante la proximidad de los ejércitos cristianos. No será hasta los S.XI y XII, tras el traslado definitivo de la raya fronteriza al Tajo, cuando se den las condiciones idóneas para que los nuevos colonos, segovianos principalmente, se asienten de una forma estable en la ladera sur del Guadarrama, la conocida como la Tras-sierra o Allende sierra. Comienza aquí una larga disputa entre los concejos de Segovia y de Madrid por el control de estas tierras. No será hasta el S.XIII, 1268, cuando la corona intervenga en la disputa, incorporando a la corona los territorios disputados, implantando el centro de las posesiones reales en lo que de aquí en un futuro se conocerá como el Real de Manzanares. Pero poco durará la jurisdicción real sobre estos territorios ya que, en 1287, Sancho IV resuelve un favor del Concejo de Segovia devolviéndole lo que históricamente habían sido territorios segovianos, para más tarde pasar a manos del infante Alfonso, nieto de Alfonso X, como compensación por sus aspiraciones frustradas al trono. 1383 es ​​la fecha en la que Miraflores de la Sierra pasa a manos de la Casa de los Mendoza, futuros Duques del Infantado, en la persona de D. Pero González de Mendoza, junto con los demás lugares del Real.

Pasado el tiempo, en la Nochebuena de 1523, el Emperador Carlos V concedió el título de Villazgo a Galapagar, Guadalix y Porquerizas, con autoridad y jurisdicción propia, quedando desligadas de la jurisdicción de Manzanares, que les quedaba muy a desmano a las gentes de estos pueblos al tener que acudir a sus litigios legales a la hora de impartir justicia. Tal y como dice literalmente la Carta de Privilegio: "...es nuestra merced y voluntad que puedan tener y tengan en ellas y en cada una de ellas horca y picota y cepo, cadena, e açote, y todas las otras insignias de jurisdicción... ". Aunque en lo económico y en las grandes cuestiones jurídicas seguirían sujetas al Señorío hasta su abolición definitiva de estos en 1837.

[1] Fuente: https://www.turismomirafloresdelasierra.es/menu/localidad/historia

campanario

Cambio de topónimo

El primer nombre del municipio de Miraflores de la Sierra fue Porquerizas.

Esta denominación, posee dos significados:

1. Lugar de crianza y guarda del ganado de cerdo doméstico (gorrinera, zahúrda, corte…).

2. Lugar poblado y abundante en jabalíes.

Cualquiera de las dos es adecuada para definir esta incipiente aldea medieval. Por un lado, se ha supuesto que el nombre procede de los rebaños de cerdos que cuidaban los segovianos en los bosques. Otra teoría probable es que “Porquerizas” no se refiriese a cerdos domésticos sino a jabalíes, que en otro tiempo se llamaban puercos, que poblaban en un elevado número los montes de la sierra, donde la caza era abundante y uno de los deportes escogidos por los reyes y nobles. Los jabalíes tenían sus guaridas en las montañas que rodean Miraflores y allí se refugiaban después de sus aventuras por el Pardo y por el Real Manzanares, por lo cual eran conocidos como cobijo de gran número de puercos, y nada tiene de extraño que este municipio se llamase Porquerizas.

El cambio de nombre, va asociado a una bella leyenda por la que se piensa fue Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, que cuando marchaba al monasterio del Paular por el camino real de la Morcuera, hizo una parada para descansar en una meseta de la cima de la Raya, al pie de la Najarra, y observó Porquerizas. Posteriormente, la reina se fijó en algunas flores, y con la alegría propia de su juventud (Isabel contaba con 24 años y había dirigido varias veces los negocios de estado en ausencia de su marido Felipe IV), exclamó "mira, ¡flores!". Varias de las personas que la acompañaban, quizá su camarera mayor la Duquesa de Gandía o el Conde Benavente, propusieron que esas palabras que acababa de pronunciar podían ser el nuevo nombre de aquel atractivo lugar que tan feo nombre venía usando. Encantada con la idea, la reina dispuso que a partir de aquel instante la villa que estaba contemplando se llamara Miraflores de la Sierra. El lugar en el cual se realizó la parada, es una gran llanura por la que cruza el camino real, con espesa vegetación en la cual proliferan las fuentes de agua fría y cristalina, sitio muy agradable que brinda descanso antes de iniciar la dura etapa de traspasar el puerto.

No conocemos si es real o no esta historia, pero si tenemos constancia que el primer cambio de nombre que nos encontramos data del 9 de noviembre de 1627, si bien estas fechas no corresponden con el viaje de la Reina. No se ha descubierto ningún documento sobre este cambio ni se ha hecho referencia en los escritos de la época.

Hay muestras de la veracidad del viaje de la Reina, porque este coincide con la muerte de la Infanta María Eugenia, por lo que pudo ser que la reina quisiese ausentarse de la corte, y es probable su asombro en encontrar flores en la montaña a principios de diciembre, donde en la gran parte de los sitios estaban agotadas.

Es una hermosa tradición, que nosotros tomamos como reflejo de los hechos, ya que si no fue verdad, si pudo serlo.