Rusia contra Occidente
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El pasado 24 de febrero Vladimir Putin decidía invadir Ucrania. Ponía fin a semanas de tensión contenida en la frontera entre ambos países, donde el ejército ruso había ido desplazando armamento militar y a doscientos mil soldados. Los países europeos y Estados Unidos advertían de un posible ataque que muchos ucranianos e inclusos europeos nos obstinamos a no dar crédito. ¿Cómo podría producirse la invasión de este país cuando la población vivía con total normalidad su día a día solo una semana antes de la invasión? ¡Rusia podría haber invadido el país si hubiera querido mucho antes!
Porque Ucrania no lleva en guerra desde este fatídico final de febrero. Se ha acostumbrado a enfrentamientos de baja intensidad en los territorios del este del país, en las regiones del Donbás desde 2014, fecha en la que las milicias pro rusas apoyadas por el Kremlin autoproclamaron la autonomía de estos territorios y en la que Rusia se anexionó la península de Crimea en respuesta a la solicitud de Ucrania de ingresar en la Unión Europea. Ahora, el temor de que Ucrania entrase en la OTAN ha desencadenado la peor de las respuestas posibles por parte del gobierno ruso en este comienzo de 2022.
El estupor y la sorpresa del ataque ha conmocionado no solo a la población ucraniana que ha huido en masa hacia Polonia donde se calcula que ya han abandonado el país al menos un millón de personas. La Unión Europea y Estados Unidos, que fracasaron en su intento de evitar la invasión por la vía diplomática, han decidido tomar duras sanciones económicas para asfixiar al gobierno ruso y así hacerle deponer las armas y hallar una salida negociada y rápida al conflicto.
Mientras que las medidas de presión y las manifestaciones por la paz y el diálogo se suceden a lo largo de todo el mundo, la situación da alas a Putin para avivar el resentimiento y despertar un nacionalismo imperialista que le allane el camino para recuperar los territorios que hace cien años constituyeron la Unión Soviética. En dos décadas en el poder, Putin ha gobernado con mano de hierro el país, ha aplastado todo tipo de disidencia, ilegalizado y suprimido organizaciones humanitarias, controlado los medios de comunicación y ha tomado las medidas para perpetuarse en el poder. Frente a él, la Unión Europea mueve los hilos para forjar una unidad que le permita tener un peso en la geopolítica internacional, tras la activación de la Alianza Atlántica en un escenario de guerra fría que parecía olvidado desde la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética en 1991.
Las fichas están sobre el tablero. ¿Rusia será capaz de “dar una oportunidad a la paz” como se corea en muchos puntos de Europa o Putin decidirá inmolarse comenzando una nueva guerra mundial? El tiempo lo dirá. Mientras, esperemos que esta tragedia humanitaria no nos insensibilice aún más después de estos dos años de pandemia. Y cuando veamos a niños y jóvenes que hasta hace unos días jugaban y acudían a sus escuelas e institutos, durmiendo y conviviendo en el metro y refugios a temperaturas bajo cero, pensemos que ellos llevaban la misma vida que nosotros hasta hace unos días.