La pérdida
Esta mañana intentaba desayunar delante de un libro cuando el llanto de una mujer me distrajo. Lloraba delante de unas amigas que intentaban consolarla cuando recordaba las últimas palabras que le había dicho a su marido y cómo le despedía diciéndole lo mucho que le quería. Ya no volvió a escucharle y la mujer al recordarlo se deshacía de dolor. Sentí pena por ella y me dije que no esperaba esa distracción en mi ratito de lectura, deseosa de estar ajena a cualquier preocupación. ¡Egoísta!
¡Parece mentira! Hace un tiempo jamás pensé llegar a situarme al otro lado, en el lado lejano a un dolor tan insoportable. ¡Nunca pensé que yo misma lo superaría! Hace años era yo la que lloraba, ¡no había vivido un dolor tan intenso en la vida! Sinceramente si no hubiera sido por mi hija y el resto de mi familia hubiera preferido desaparecer también. ¡No lo soportaba! ¡No lo entendía! El llanto se acabó y quedó una tristeza enorme, una negrura en el corazón, un hastío y una rabia hacia todo que me hacían ser otra persona, una autómata que hacía las cosas que debía hacer pero sin alma alguna.
Cuesta aprender a reformular tu vida. De momento, todo parece más silencioso. Un silencio atronador si eso puede ser cierto. A veces es preferible poner la televisión, la radio para que la casa no parezca tan llena de ausencia, de vacío por todas partes, en todas las habitaciones. Cambiar las rutinas. No llamar por teléfono. No pensar en comprar algo que le guste. Y así empiezas a notar que estás detenida mientras el mundo sigue su ritmo a tu alrededor.
No sé cuánto tiempo hace falta para que un día salgas de debajo de las sábanas y te des cuenta de que te despiertas cuando salen los rayos del sol, percibes el canto de los pájaros y el movimiento de tus vecinos haciendo sus vidas. Te miras al espejo y te ves. Y notas que ha pasado el tiempo, quizás mucho, quizás poco, depende de cada uno. Pero ¡Te ves! Y no sé si es ahí, cuando el duelo, esa horrible palabra ha pasado. Ese estado febril que ha cesado, te devuelve un cuerpo dolorido pero con ganas de volver a sentir, de volver a activarse.
Supongo que la pérdida de una persona querida, su ausencia, es un momento trascendental en la vida de todo el mundo. Unas personas afrontan el dolor de un modo, otras carecen de recursos, de herramientas para hacer frente a una amenaza tan eterea. A veces hace falta a ese par de amigas que escuchen, que te cojan de la mano y simplemente estén. Nosotros no podemos hacer eso por ti si es que lees este texto. Pero estamos, en el pleno sentido del verbo “estar” y te acompañamos de la mano, te sentimos y te escuchamos. Y te ofrecemos lo mejor que tenemos, que son nuestros libros, nuestra música, nuestro espacio…. ¡Ojalá que esto que te hemos seleccionado te pueda ayudar!
LA MUDANZA
Las cajas de cartón ya están conmigo
junto a la puerta de la casa.
En la primera pongo la cabeza
para guardar de golpe tu memoria,
la intemperie y un día de mañana.
Organizo mi pecho en la segunda
con sus aves de paso, las sábanas tendidas
y el corazón de antes.
En la tercera van
las manos y las piernas
con el norte y el sur
y el este y el oeste
y América Latina.
En la caja final doblo mi sombra.
Guardo también mis ojos
para empezar a ciegas la mudanza.
Luis García Montero